Salinas de Guaranda es una pequeña parroquia ecuatoriana escondida entre maravillosos paisajes andinos a los pies del volcán Chimborazo que, desde sus 6.300 metros de altura, domina todo el país.
Su trayectoria y su historia habría podido ser común a la de otros pueblos rurales andinos del Ecuador, pero aquí pasó algo especial, algo que hizo que la atención de muchas personas se dirigiera hacia este rincón perdido entre verdes montañas. Ese algo, es una idea, es un sueño, compartido por muchísimos soñadores en todo el planeta. Es el sueño de un mundo y una economía diferente a la que conocemos. Una forma de vida en la cual las personas, y el ambiente son prioritarios y el capital, solo un medio para alcanzar el bienestar colectivo. He tenido la suerte de vivir plenamente dos años de mi vida en este pueblo en contacto con sus habitantes y sus comunidades campesinas. No es un mundo idílico, de solidaridad y felicidad perpetua. Lejos de ser perfecta, Salinas es una realidad llena de defectos y contradicciones, propias de todos seres humanos. Sin embargo, sus habitantes y los voluntarios que viven o han vivido allí han trabajado y siguen trabajando cada día para un objetivo común: demonstrar que es posible vivir de una forma diferente, que el modelo neo-liberal ha demostrado todos sus defectos y su incompatibilidad con la vida humana y que otra forma de economía no es inalcanzable, es una realidad.
Afortunadamente, Salinas no está sola en este viaje. Hoy en día, en el mundo, están surgiendo numerosos ejemplos de proyectos exitosos de economía solidaria. Es un movimiento que crece constantemente. La esperanza es que siga multiplicándose.
Sobre Salinas hay numerosos libros y artículos. La historia de su formación comprende más de 40 años de desarrollo y un sinfín de actores involucrados. Quien quiera tener más información puede visitar la página web del Salinerito, la marca con la cual Salinas vende sus productos.
Cabe mencionar la persona que más de todas ha trabajado y dado su vida para que este sueño se convirtiese en realidad. Es el padre Antonio Polo, misionero salesiano que llegó a Salinas hace más de 40 años, sin saber que iba a crear un proceso que ha atraído la atención de personas de todo el mundo. Su fuerza de voluntad y su pasión han sido el motor que ha llevado Salinas a crecer y ser un referente de la economía popular y solidaria a nivel internacional. Haber vivido con él, aunque sea en una etapa en la que una enfermedad le ha privado de parte de su grande fuerza, ha representado un gran aprendizaje. Su fuerza de creer en un sueño y la claridad a la hora de comunicar los valores importantes de la vida, representan una fuente de sabiduría inagotable.
Hoy en día, el sistema de Salinas es complejo, comparado con el tamaño del pueblo. Existen 3 fundaciones dos cooperativas y una asociación de mujeres. Todas estas entidades son coordinadas por la Corporación Gruppo Salinas, que además se ocupa de la venta de los productos producidos en Salinas. Se produce cualquier tipo de producto relacionado con las materias primas locales; quesos, lana de alpaca y de oveja, suéteres y prendas de lana, chocolate, turrones, hongos y frutos secos, mermeladas y otros productos. La marca Salinerito es famosa en todo el Ecuador y algunos de estos productos se exportan en todo el mundo a través de canales de comercio justo. El producto principal es sin duda el queso. Se producen los mejores quesos del Ecuador a través de un sistema complejo y eficaz a la vez que permite elaborar un producto de buenísima calidad, descentralizando la producción, de modo que todas las pequeñas queseras de las aldeas campesinas tengan su autonomía y un mercado de venta garantizado. Al mismo tiempo, la venta es centralizada ya que la mayoría de los quesos producidos en las aldeas se venden con la marca “Salinerito”, conocida y apreciada en todo el país por su calidad y los valores que representa. Esta organización ha permitido crear un círculo virtuoso basado en los principios de la Economía Popular y Solidaria.
¿Pero, qué diferencia el proceso de Salinas de una economía de tipo tradicional?
Para responder a esta pregunta creo que lo mejor es describir de qué forma se produce y vende el queso. El territorio de Salinas es muy amplio. Va desde los 4.200 metros a los 800 metros sobre el nivel del mar. En este territorio se encuentran más de 30 comunidades, que son pequeñas aldeas de campesinos. Las carreteras son sin asfaltar y con muchos problemas de comunicación, sobre todo durante las épocas de lluvias. Sin embargo, en estas difíciles condiciones, se ha construido, con el tiempo, un sistema con el cual la mayoría de comunidades sigan teniendo sus pequeñas queseras gracias a las cuales se garantiza la compra de la leche a los productores y campesinos locales. La leche se transforma en queso que se vende principalmente a las grandes ciudades del país.
Básicamente se ha instaurado un círculo virtuoso que fomenta el cooperativismo, favorece la producción local rural, el comercio a pequeña escala, la soberanía alimentaria, sentido de pertenencia de los y las campesinas y numerosos beneficios indirectos que es difícil medir.
Veamos en detalle cómo funciona el sistema comunitario de Salinas.
Cada quesera comunitaria tiene estatuto de cooperativa o asociación. Esto permite que los dueños de la empresa local sean los propios productores de la zona. De esta forma, casi todos los habitantes de la comunidad son socios de la pequeña empresa comunitaria. Son ellos que deciden sobre su propia empresa a través de la asamblea de socios, que es el mayor órgano de decisión. Por lo tanto, el precio de compra de la leche a los productores, la gestión de los trabajadores, el precio de venta del queso, la planificación estratégica se deciden de forma comunitaria. La consecuencia directa es que la empresa comunitaria no tiene el simple objetivo de maximizar las ganancias, sino de garantizar un justo equilibrio para que la mayoría de las personas involucradas salgan ganando. En ningún momento habrá la tentación de bajar el precio de compra de la materia prima porque los mismos socios de la cooperativa son productores de leche y por lo tanto serían los primeros que saldrían perdiendo con una bajada de los precios. De esta forma los precios a los cuales se compra la leche a los productores son entre los más altos del país, mientras que otras grandes empresas de transformación de lácteos, cuyo objetivo es maximizar las ganancias, compran la materia prima a los productores a precios muy bajos que perjudican a los campesinos. El precio de venta del queso se decide en coordinación con la corporación Gruppo Salinas y el Consorcio de Queseras, las entidades encargadas de realizar la venta. El bienestar de las comunidades campesinas y los valores de la economía solidaria son los pilares que estos dos organismos tienen en cuenta a la hora de tomar decisiones a nivel comercial. Con este sistema se garantiza una cierta estabilidad a nivel económico a través del equilibrio entre precio de compra de la materia prima y precio de venta de los quesos, con el objetivo de repartir equitativamente las ganancias de la cadena de producción y comercialización. El objetivo de esta organización es garantizar el bienestar global de las comunidades y favorecer la colaboración en vez de la competición, en una óptica de “ganar-ganar”.
Otra ventaja es que la sola presencia de la empresa comunitaria dentro de la aldea permite que los productores puedan vender la leche a un sitio cercano, sin tener que desplazarse kilómetros para vender la materia prima. Esto, además, permite tener unos ingresos fijos a los campesinos ya que la compra de la leche es garantizada cada día. Una de las consecuencias más importante de estos factores es la reducción de los flujos migratorios hacia los centros urbanos. De hecho, los porcentaje de migración hacia las grandes ciudades en el territorio de Salinas es mucho más bajo, si comparado con otras zonas rurales similares.
Finalmente, hay una serie de beneficios intangibles, pero no por esto menos importantes, ya que constituyen los pilares del bienestar humano. Se trata de sentido de pertenencia y orgullo de tener una empresa comunitaria que funcione. La quesera se convierte en un centro fundamental de la aldea. Alrededor de ella se habla, se planifica y se critica. Tengo la suerte de haberlo visto y soy testigo que estas pequeñas y precarias queseras rurales, que a veces no procesan más de 300 litros de leche diarios, llegan a ser el eje central alrededor del cual se desarrolla la vida comunitaria. No es un error afirmar que sin ellas el sentido comunitario sería menor. Una comunidad sin quesera debilitaría los lazos y las relaciones personales, favoreciendo el individualismo.
Durante mi estancia en Salinas, he conocido a más de una persona afirmar, con razón, que en vez de tener más de 20 pequeñas queseras desplazadas en todo el territorio de la parroquia de Salinas, sería más rentable tener dos grandes empresas de transformación de lácteos. Esta afirmación es verídica según una lógica de maximización de los beneficios económicos. Pero creo que allí está la diferencia entre un modelo de economía tradicional y un modelo de economía solidaria. Para entenderlo, hay que quitarse las gafas “capitalistas” con las cuales nos han enseñado a ver el mundo y ponerse otras gafas, que requieren una visión más holística del entorno en el que nos movemos. Se trata de confutar la ecuación – más dinero = más bienestar – y saber que hay otros elementos que considerar a la hora de construir un mundo más sostenible y cercano a nuestra esencia de seres humanos. La mayoría de estos elementos no se pueden medir, pero a menudo, justo lo que son más difíciles de cuantificar son los que nos hacen más felices.
No es fácil hacer coincidir en un proyecto, el crecimiento económico y la atención al bienestar de las personas y la naturaleza. Por esto el ejemplo de Salinas es valioso. Nos enseña que este sueño es posible. A menudo es difícil. En el caso de Salinas el esfuerzo necesario para tener el timón hacia la dirección correcta es enorme. La envidia, la avaricia, el afán de poder son siempre presentes. Son parte del ser humano. En Salinas he conocido a muchas personas que han intentado aprovecharse del sistema para perseguir objetivos personales, mantener el poder o enriquecerse. También hay muchos defectos y puntos a mejorar, pero es innegable que lo que se ha construido en esos valles andinos es especial. Para muchas personas (y para mí lo ha sido) es fuente de admiración y de aprendizaje.
Para mí ha sido un honor poder ser parte, aunque sea por dos años, del proceso salinero. Ha veces ha sido difícil. Hubo momentos en los que los problemas, que constantemente se presentan, parecían agotadores y que el esfuerzo necesario para mantener vivo este sueño, demasiado grande. Sin embargo, ahora que ha pasado tiempo desde que he vuelto al viejo continente puedo leer mi experiencia con más distancia y tranquilidad. La mente, con su sabiduría sabe mantener vivos los recuerdos y las sensaciones positivas y se deshace de aquellas negativas. Puedo afirmar que he conocido a muchísimas personas maravillosas, tanto salineros y salineras, como voluntarios ecuatorianos e internacionales. Ahora, desde la distancia puedo apreciar haber sido parte de ese trabajo colectivo para mantener viva la esperanza de un mundo mejor y más justo. Mi esperanza es que este rincón perdido de los andes siga tocando las cuerdas de muchas almas que ahora van por el mundo con la convicción de que construir un mundo mejor no es solo una utopía, sino una realidad.
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