Salinas de Guaranda es sinónimo de integración y desarrollo. Con paciencia, organización y la buena disponibilidad de sus habitantes, este pueblo ecuatoriano ha creado una red de microempresas exitosas que exportan sus productos a nivel nacional y al extranjero, y han conseguido un modelo sostenible que no sólo les permite subsistir, sino también prosperar.
La comunidad de Salinas se asienta a 3.500 metros sobre el nivel del mar, al norte de la provincia de Bolívar, en la sierra ecuatoriana, a casi cinco horas en auto desde Quito, atravesando las montañas y los valles profundos del Ecuador.
Los pobladores de la zona son campesinos, agricultores y ganaderos. Sus actividades están marcadas por las tareas artesanales y agrícolas. Eduardo tiene 20 años y trabaja como guía en la Oficina de Turismo Comunitario. Mientras caminamos por las callecitas empinadas, Eduardo nos cuenta que hasta 1970 Salinas era un lugar olvidado en la serranía ecuatoriana.
En el Estudio de las Empresas Comunitarias de Salinas de Bolívar (Ecuador), Luis González señala que, antes, los índices de pobreza, insalubridad y analfabetismo eran excesivos: la mortalidad infantil era de 45% y el analfabetismo cerca de 85%. Salinas estaba perdido en la cordillera occidental de los Andes: no había carretera, ni agua, ni luz eléctrica, ni teléfono. La única fuente de sustento de la zona eran las minas de sal, que tampoco rendían lo suficiente para lograr el bienestar de los pobladores.
A principios de los 70, el sacerdote italiano Antonio Polo llegó desde Venecia a Salinas de Guaranda para iniciar una labor evangelizadora. Durante su estadía, el religioso descubrió que el potencial del pueblo y los recursos de la zona valían oro. Desde entonces, bajo el lema “Salir de la pobreza con solidaridad”, el padre Polo ayudó a organizar a los campesinos y, juntos, empezaron a trabajar una ‘economía solidaria’, basada en la gente y sus comunidades.
El primer negocio que crearon fue la quesería. Más tarde, la fábrica de chocolate y turrón. Hoy, Salinas de Guaranda comercializa sus productos bajo la marca bandera Salinerito y ofrece en el recorrido turístico por el pueblo una visita por la hilandería; los talleres de pelotas de fútbol, artesanías y tejidos; la fábrica de embutidos, etc.
La arteria principal de las microempresas de Salinas es el trabajo en red: los pobladores utilizan los recursos de la zona para producir. Así, por ejemplo, los vecinos de las comunidades aledañas venden lo que producen sus vacas a la lechería y a la quesería, que a la vez trabaja con los utensilios de madera producidos en la carpintería. Las plantas medicinales que comercializan, uno de sus productos más solicitados en el extranjero, se extraen de la vegetación del entorno; el chocolate y el turrón se fabrican con el cacao de la región; y la embutidora se nutre de la carne de los animales de la zona.
Antes de terminar el recorrido por las tiendas, Eduardo nos cuenta que en Salinas la desocupación es asunto del pasado. Las microempresas dan empleo al total de la población, pues algunos se ocupan de vender sus materias primas y otros trabajan en las fábricas y los puntos de venta.
Hoy, los pobladores de Salinas de Guaranda ya no sienten la necesidad de emigrar a la ciudad o al extranjero. Y aunque están contentos de recibir un sueldo por su trabajo digno, persisten en su lucha por combatir la pobreza y conseguir una mejor educación para sus hijos, quienes, más adelante, se encargarán de conducir la batuta empresarial del pueblo.
La comunidad de Salinas se asienta a 3.500 metros sobre el nivel del mar, al norte de la provincia de Bolívar, en la sierra ecuatoriana, a casi cinco horas en auto desde Quito, atravesando las montañas y los valles profundos del Ecuador.
Los pobladores de la zona son campesinos, agricultores y ganaderos. Sus actividades están marcadas por las tareas artesanales y agrícolas. Eduardo tiene 20 años y trabaja como guía en la Oficina de Turismo Comunitario. Mientras caminamos por las callecitas empinadas, Eduardo nos cuenta que hasta 1970 Salinas era un lugar olvidado en la serranía ecuatoriana.
En el Estudio de las Empresas Comunitarias de Salinas de Bolívar (Ecuador), Luis González señala que, antes, los índices de pobreza, insalubridad y analfabetismo eran excesivos: la mortalidad infantil era de 45% y el analfabetismo cerca de 85%. Salinas estaba perdido en la cordillera occidental de los Andes: no había carretera, ni agua, ni luz eléctrica, ni teléfono. La única fuente de sustento de la zona eran las minas de sal, que tampoco rendían lo suficiente para lograr el bienestar de los pobladores.
A principios de los 70, el sacerdote italiano Antonio Polo llegó desde Venecia a Salinas de Guaranda para iniciar una labor evangelizadora. Durante su estadía, el religioso descubrió que el potencial del pueblo y los recursos de la zona valían oro. Desde entonces, bajo el lema “Salir de la pobreza con solidaridad”, el padre Polo ayudó a organizar a los campesinos y, juntos, empezaron a trabajar una ‘economía solidaria’, basada en la gente y sus comunidades.
El primer negocio que crearon fue la quesería. Más tarde, la fábrica de chocolate y turrón. Hoy, Salinas de Guaranda comercializa sus productos bajo la marca bandera Salinerito y ofrece en el recorrido turístico por el pueblo una visita por la hilandería; los talleres de pelotas de fútbol, artesanías y tejidos; la fábrica de embutidos, etc.
La arteria principal de las microempresas de Salinas es el trabajo en red: los pobladores utilizan los recursos de la zona para producir. Así, por ejemplo, los vecinos de las comunidades aledañas venden lo que producen sus vacas a la lechería y a la quesería, que a la vez trabaja con los utensilios de madera producidos en la carpintería. Las plantas medicinales que comercializan, uno de sus productos más solicitados en el extranjero, se extraen de la vegetación del entorno; el chocolate y el turrón se fabrican con el cacao de la región; y la embutidora se nutre de la carne de los animales de la zona.
Antes de terminar el recorrido por las tiendas, Eduardo nos cuenta que en Salinas la desocupación es asunto del pasado. Las microempresas dan empleo al total de la población, pues algunos se ocupan de vender sus materias primas y otros trabajan en las fábricas y los puntos de venta.
Hoy, los pobladores de Salinas de Guaranda ya no sienten la necesidad de emigrar a la ciudad o al extranjero. Y aunque están contentos de recibir un sueldo por su trabajo digno, persisten en su lucha por combatir la pobreza y conseguir una mejor educación para sus hijos, quienes, más adelante, se encargarán de conducir la batuta empresarial del pueblo.
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